-
Ya despedimos al responsable.
Fue la
respuesta a la inmediatez de la ira con que se lanzó la pregunta. En el extremo
de esa mesa, fuera de si, un anciano trajeado agitaba
brazos y peluquín.
-
¿Un solo responsable? Explíquenme cómo pierdo a mi jefe de
marketing, al asistente de recursos humanos, a las nalgas de la recepcionista –por
favor, esas nalgas-, al responsable de las cuentas de Inglaterra y hasta al
imbécil del mantenimiento, en un solo día ¡Cómo!
Ese silencio de pira funeraria, ese al
que hay que carraspear para saber si es real, siguió a la diatriba
del anciano. El de la primera intervención respetó la norma y carraspeó.
Con la mano izquierda se palpó, encontrando todas sus partes en su sitio para hablar. Con la mano
derecha por debajo de la mesa, repitió:
-
Despedimos a una persona hoy, al responsable de esta estampida…
-
¡El de mantenimiento renunció! - siguió el anciano, ajeno a su
ejecutivo - Pero si a ese le debía dar
yo una patada en el culo ¡Cómo se atreve!
El
interlocutor tomó aire y prosiguió, con su brazo derecho muy tenso.
-
… es el publicista. La última campaña de píldoras para dormir empapela
los alrededores. No fuimos los únicos afectados.
El anciano tragó saliva, se le notó la nuez cubierta
de pliegues, se detuvo a escuchar y respirar. El ejecutivo concluyó:
-
Al parecer, el eslogan de “Lucha por ese sueño perdido” fue nefasto.
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