Era la
humedad que garabateaba caprichos en la pintura de las paredes. Era la luz
fluorescente de tres focos (uno de ellos cuya luz temblaba). Era el círculo de
hombres en silencio, sentados en sillas plegables a punto de desvencijarse por
el peso de algunos y el tic nervioso de las piernas de otros. Era el cartel de
“Grupo Solidario: Bienvenidos”, que colgaba del techo en vertical, habiéndose
soltado las chinchetas de uno de sus extremos, como un suicida. Era la
conjunción planetaria que necesitaron para describirla.
“Era
pelirroja”, dijo uno. “Bebía ginebra, como un marinero”, agregó el que nunca
había hablado. “Tenía cuatro lunares haciendo una cruz, en su hombro
izquierdo”, reveló el último. Y la luz temblorosa se apagó al fin.
Era
Ella, no había lugar a dudas.
Era el
descubrimiento pasmoso de que todos los presentes (altos y bajitos, morenos y
rubios, ricos y pobres, flacos y gordos, pedantes y fracasados) habían amado a
la misma mujer que los castró.
P.D: disculpen el arrebato de publicar un ejercicio. Estoy tratando de machacar al microrrelato en un taller y me pone eufórica ver que vuelvo a escribir... y en un género que siempre me causó fobia.
1 comentario:
Al final le cogerás el gustillo a los microrrelatos :)
A mí me fascina su poder narrativo. Y sin duda es donde mejor me siento.
Un abrazo compañera de curso,
Nicolás A.
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