Sara me limpia los mocos y me dice ya es hora de regresar. Me gusta cómo
huele cuando le da el sol de la tarde. El parque se está quedando vacío, así
que le doy la mano a Sara. Su mano es fuerte y firme, pero su voz es aún mejor.
Me gustaría tener sus manos y su voz. Mientras caminamos me pregunta si lo he
pasado bien. Hoy tampoco vinieron al parque ni Pablito ni Lucía, me quejo. Sara
me dice que ya vendrán. Yo espero que no tengan muchos deberes en el cole; me
alegro de no tener muchos deberes. Y de tener siempre conmigo el cerdo de goma
que silba cuando lo aprieto. Cuando vengan les mostraré el cerdo y podremos
jugar todos con él.
Le cuento
todo esto a Sara y ella se limita a asentir. Siempre me da la razón de camino a
la residencia de ancianos. Le pregunto si hemos venido a visitar a alguien y
Sara sólo responde que ya es la hora del baño, que pronto pondrán la cena, don
Maciel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario