7 de febrero de 2012

Ebook sí, ebook no...

Como una chispa en un reguero de pólvora, está llegando a todos el corto animado candidato al Oscar, "The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore". Exquisito, impecable y emocionante. Llega en el momento en el que muchos (me incluyo) estamos meditando el salto al Ebook por cuestiones de peso, volumen aceptable en nuestras viviendas, precios, etc. Aunque lo de los precios merece un capítulo aparte, dado que aún no son tan baratos como prometía su tecnología.

El corto me obligó a retroceder sobre mis pasos. Ya no lo tengo tan claro. Es irremediable, lo sé, pero tengo mis dudas.

Una noche de copas, mi amigo Fernando y yo nos preguntábamos qué sería de tantos marcapáginas existentes en este mundo. En ese momento tenía uno traído de Turquía, una tela bordada con palabras del Corán. Qué regalarían los niños en los días de la madre o el padre ¿Una funda para el aparatito, tal vez?

También nos preguntamos sobre esa costumbre pudorosa de envolver los libros en papel de periódico cuando no queremos que nadie sepa lo que estamos leyendo. Por vergüenza la mayoría de las veces, si estamos leyendo una novela rosa, un best seller, un libro de autoayuda o Mein Kampf (los libros sobre sexo se leen directamente en casa, solos o acompañados). O sobre la costumbre de la gente moderna de combinar unas gafas de pasta con El Extranjero o La Extinción (las chicas combinan colores estridentesy anillos artesanales con El varón Domado).

Un libro nos identifica.

Un tema preocupante es que no sólo son libros, también pululan los libros multimedia: escuchar música, jugar al solitario, navegar por internet... y poco a poco agregarán recibir llamadas y hasta un calendario menstrual. Lo de apartarte a un rincón secreto para tumbarte a leer ya no será posible. Y mientras intentas seguir el ataúd de la madre de los gemelos en El Dios de las Pequeñas Cosas, te estarán interrumpiendo con las actualizaciones del facebook. Basta: un libro merece respeto.

Un libro nos concentra.

Y sé que es una mala costumbre y que me han dicho muchas veces que eso no se hace niña mala, pero yo suelo prestar con soltura los libros que amo. He perdido varias veces el mismo ejemplar con esta práctica. Me la juego a doble o nada que si encuentro a alguien en medio de la nada a quien le vendría muy bien leer, por ejemplo, Los Lanzallamas, le dejo ahí mismito el ebook, su cargador y su gamuza para limpiar la pantalla. Y sabemos que cuando dejas un ebook estás dejando quichicientos ejemplares en una tarjeta de memoria. Pasaré a perder no sólo lo que presto, sino también lo que va con él. Por lo tanto deberé evitar ese impulso y el placer de descubrirle a los amigos un autor. Cosa que me anuda la garganta, para ser sincera.

Porque un libro se comparte.

Motivos de peso se contrarrestan con argumentos en contra. Vale que se talan menos árboles para la fabricación de papel, pero se esclavizan más africanos en esas minas infrahumanas de las que extraen el mineral de los chips. Vale que son más livianos, pero si te quedas sin batería lejos de la civilización no tienes ni un libro ni tres mil (¿dónde quedará eso de llevarse un libro a una isla desierta?). Vale que entra la mismísima biblioteca de Alejandría en su memoria. Pero si apenas te lees un par de libros por año (la media de España), suponiendo que vivas hasta los ochenta y comiences desde los ocho, sólo leerás en tu vida ciento cuarenta y cuatro libros.

Además, mejor un buen libro de vez en cuando que tres mil que nunca lees.

Con todo, esta pataleta ya huele a melancolía. Es irremediable, Mr Smith.

3 comentarios:

tito dijo...

Querida Celeste, no hay nada mejor que los instintos. O nada más inevitable, que viene a ser lo mismo pero en cursi-yo.

¿Me permites contar una historia del abuelo cebolleta en este tu espacio? Si es así, te diré que hace cuatro años cuando apenas se empezaba a hablar de los ebook quedé fascinado por ellos. Por unas cosas u otras, siempre otras, no me decidí a comprarlo y hoy no me arrepiento para nada de ello.

Tienen todas las ventajas que comentas pero desde aquellos días les he encontrado más inconvenientes de los que planteas. En realidad he encontrado muchas más ventajas al libro que antes desconocía:

- Mi hijo ha pasado de los seis a los diez años. ¿Realmente se puede iniciar a un niño en la lectura con un ebook? Lo dudo mucho.
- He descubierto un mundo desconocido para mí hasta entonces: la poesía y las editoriales que trabajan para sobrevivir y difundir lo bueno, que no lo comercial. ¿Te suena? Pues eso, faltará todavía un tiempo para que estos libros, poetas y escritores noveles puedan llegar a los ebook comerciales.
- He incrementado mi relación con la biblioteca municipal. Una relación que se inició con cinco años y que ha sufrido sus altibajos, viviendo ahora el momento más alto desde aquel principio de adolescencia en que me leía un libro de alfaguara juvenil todos los días.
- También he conocido el fenómeno de compartir libros, BookCrossing, que desearía que creciera mucho más. Se evita cortar árboles y permite el acceso a la lectura a los que no pueden pagar 20 euros por un libro o 200 por un ebook.
- Finalmente, tengo un sello con mi nombre en un barco pirata, con el que 'firmo' todos mis libros. ¿Cómo podrá surcar ese barco mis libros electrónicos?

Llegará el momento, llegará. Mientras tanto disfrutemos de John Silver en papel y dejemos lo electrónico para comunicarnos y leer a estupendas escritoras como tú.

Unknown dijo...

Tito, gracias por lo de 'estupenda'. Tus argumentos tienen puntos en común con los míos y además nombras algo que a mí se me pasó por alto: el acceso al 'mercado' de los escritores noveles y las pequeñas editoriales. Leí en una nota del Amazon cómo dos guionistas se convirtieron en una especie de best-sellers en la web con sólo un mes de venta de su ebook. Lo que no contaron es cómo se hicieron publicidad a si mismos para lograr posicionarse en la marea agitada que es Amazon. A cuanto más acceso, muchísima más variedad. Para mí, que soy ávida lectora de todo cuanto cae en mis manos, se complica el encontrar una pieza que valga la pena. Todos quieren ser best-sellers en la web. La calidad se está reduciendo a esas pequeñas editoriales, al artesanato del escritor que se curra (y mucho) cada palabra.
Pero estamos aquí por amor a la palabra. Te recomiendo que veas el corto que menciono en esta nota, si es que no lo has visto ya.

tito dijo...

Sí, lo ví. De hecho pensé que lo habías cogido de mi muro, porque lo puse justo el día antes que tú.

Me sentí completamente identificado con el personaje del corto.