5 de noviembre de 2012

La Pala(bra)brota

   Hace ya un par de años presenté a concurso un relato que fue debidamente abandonado en un cajón. Era una historia tensa en la que al final se descubría a un estafador y a una engañada. Por supuesto, la engañada no reaccionaba nada bien y soltaba toda clase de improperios. Para hacerlo realista me tuve que inspirar en esos momentos del clásico "borracho pesado", cuando el borracho en cuestión se caga en su misma madre (sí, he conjugado el verbo "cagar"... existe, mojigatas)
   Uno de los comentarios descalificadores del relato, y el que más ridículo encontré, fue que era innecesario el "exabrupto" al final. Habrán esperado que la víctima prepare un té, invite a su estafador a unas pastas y luego le arrojara un guante a la cara en señal de ofensa y desafío ¿No? Lo mismo habría girado el relato hacia el absurdo. Pero a mí en no me daba la real gana, porque lo que como titiritera de los personajes quería era que la pobre le partiera la cabeza al muy cabrón. Y lo hizo, vaya.
   Las palabrotas son necesarias. Y en los tiempos que corren, absolutamente necesarias. Hay demasiado floripondio y esperpento. Demasiado baile de salón para distraernos. Qué bien que lo hacemos nosotros, es el mensaje que sueltan tras un discurso medido y equilibrado, de podio y micrófono, en el que sus autores dicen... NADA. Un circo de papel inglés pintado, qué cuco, que intenta arrebatarnos el derecho de sentirnos como realmente nos están tratando: como imbéciles. Una postal bonita de revista de decoración sobre sitios en los que jamás viviremos. Y nosotros debemos tolerar y tragar.
   ¡Pues no! A la mierda con todo. Váyanse a tomar por culo. La gente común, con sangre en las venas, despotrica y suelta improperios, parte cabezas, escupe gotitas de saliva para defenderse de la afrenta.
   No me toquen más la polla con lo de las benditas palabrotas. Si ustedes quieren sonreír mientras les meten un nabo por sus partes íntimas (uy, de qué finuras soy capaz), saluden a la úlcera de mi parte. La palabrota es el látigo que expulsa al hipócrita del templo. La última defensa contra el atropello. Un arte sórdido de este siglo. Ya hay algunos visionarios que le rinden homenaje.
   Como la gente de Zulo Azul, y su "Lenguaje para Sórdidos"

   http://cronicasdelzuloazul.blogspot.com.es/2012/11/lenguaje-para-sordidos.html

  

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